martes, 31 de agosto de 2010

El Libertario # 60: ¡A darle pelea al poder autoritario!


El Libertario # 60: ¡A darle pelea al poder autoritario!

En nuestra web www.nodo50.org/ellibertario ya está accesible el nuevo #
60 del vocero de l@s anarquistas y de los movimientos sociales
antagonistas de Venezuela y América Latina, que dentro de algunos días
circulará también en versión impresa.

Recordamos que ahora tambien existe nuestro Blog
periodicoellibertario.blogspot.com, donde puede verse un flujo continuo de
noticias, comentarios y análisis del dia a día de la lucha por la libertad
e igualdad en solidaridad.

El contenido de esta edición incluye lo siguiente:

- Editorial
- Cartas
- Doblepensar: Chávez: "En Venezuela no hay sindicalistas asesinados" -
La Foto: Lilian Sanguino en huelga de hambre
- Abstención: Motivos de siempre, motivos de hoy (Redacción)
- Anticomunismo del Siglo XXI (Hisvet Fernández)
- Venezuela: Tiempo de elegir (Mariana)
- El juego parlamentario (Humberto Decarli)
- Emanaciones de gas asfixian a comunidades kariñas en Anzoátegui (Pepe
el Toro)
- Solidaridad como forma de lucha (Mariella Rosso)
- Ley de Comunas: Refundando el Estado, maquillando la dominación (Rafael
Uzcátegui)
- La industria rusa de uranio y coltán contará en Perijá con bases
militares (Homoetnatura)
- ¡Ya está bueno ya! (Sabino Romero)
- Las rejas no silenciarán la protesta popular (Campaña)
- Ante el cinismo del ex-gobernador Reyes Reyes (COVICIL)
- Anarquismo y nuevo constitucionalismo (Rodolfo Montes de Oca)
- Una voz libertaria desde Cuba (Redacción)
- Los retos de Cancún y la COP 16 (Jorge Tadeo)
- Un nuevo apartheid (J.R. López Padrino)
- Hablan activistas campesinas bolivianas: "Este gobierno responde a los
grandes intereses de las trasnacionales" (Lexys Rendón)
- Anarquismo, parlamento y elecciones (Enrico Malatesta)
- A las barricadas virtuales (Periódico CNT)
- ¡Vamos a darle pedal! (Oscar)
- Leer Libera
- Notas e informaciones breves de Venezuela, Latinoamérica y el mundo

He aquí el Editorial con que abre fuegos este número... (leer más)

El discurso del presidente ecuatoriano Rafael Correa, en el marco de las
celebraciones del 5 de julio en Caracas, permite aclarar un poco más el
papel de los gobiernos autodenominados “progresistas” en América Latina.
En su alocución, el primer mandatario atacó a las organizaciones sociales
de su país que conservan autonomía y capacidad de convocatoria:
ecologistas e indígenas, quienes sin eufemismos han caracterizado como
neoliberal y capitalista la continuación del modelo desarrollista basado
en la exportación de hidrocarburos: “Quieren impedirnos extraer nuestros
recursos, no nos sirve ser mendigos y estar sentados en un saco de oro”.
Correa expresó con claridad quienes constituían la principal amenaza para
el tipo de gobernabilidad que representaba: “El mayor peligro para los
socialistas no son los escuálidos ni los pitiyanquis (...) son los que
toman nuestras banderas y con infantilismo ridículo toman nuestros
discursos y le hacen daño. Hay que estar atentos con el izquierdismo
infantil del todo o nada que es el mejor aliado del estatus quo”.

El modus operandi de la “revolución ciudadana” tiene parentescos con los
procesos adelantados tanto en Bolivia como en Venezuela. Las expectativas
generadas por la elección de un presidente indígena en el país del
Altiplano, se han venido desinflando debido a la continuación de políticas
extractivistas, acuerdos con las compañías trasnacionales y la
subordinación de las aspiraciones de mujeres, indígenas y ecologistas a
los denominados “grandes asuntos de interés nacional”. Desde Caracas, por
su parte, se ha revertido el proceso de nacionalización de la industria
petrolera tras el establecimiento, por la vía de los hechos, de empresas
de capital mixto en donde compañías como Chevron, Repsol y BP son socias
del Estado venezolano. No es casual que esta subordinación al mercado
planetario energético, en tiempos de globalización, ocurra a través de
líderes carismáticos y de retórica izquierdista en países cuyas sociedades
demostraron significativa capacidad de resistencia y movilización contra
los programas de ajuste neoliberal en la década de los noventas.
Iniciativas que eran casi impensables quince años atrás, debido al rechazo
popular que hubieran generado, hoy puedan instrumentarse cómodamente, tras
construir un modelo de gobernabilidad basado en incorporar antiguos
sectores antisistema al engranaje estatal, con una frenética campaña
disciplinaria y de marketing para transformar en “revolucionarias”
políticas de entrega de los recursos naturales a los principales
compradores internacionales.

En este esquema, en el que conviven las apetencias de poder locales con
las bolsas de valores mundiales, Venezuela se promociona a sí misma como
vanguardia, en parte por la mayor capacidad de negociación que representa
el poseer las más grandes reservas de gas y petróleo de la región. Sin
embargo, a diferencia de sus pares, la jefatura del “Socialismo del siglo
XXI” tiene como soporte a los movimientos sociales más débiles e
institucionalizados del continente. La ausencia de un discurso e
historicidad propia, la repetición de la cultura política adeca, la
sustitución de los lazos de solidaridad horizontal por la fidelidad
incontestable con la cúspide del poder así como la electoralización de sus
agendas de movilización, forman parte del desierto movimientista creado
tras una década de gobierno bolivariano. Es por ello que los ingredientes
de la receta exitosa durante la década se repiten en la proximidad del 26
de septiembre, en donde las aspiraciones y exigencias populares deben
hipotecarse al día después de las urnas electorales. Sin embargo, los
tiempos no son los mismos. Todas las evidencias reflejan el progresivo
desgaste de la hegemonía bolivariana. Y este descontento, cosa muy
significativa, no está acarreando agua al molino de los partidos y
tendencias desplazadas del poder en 1998.

Si algo hemos aprendido de los últimos años es que las verdaderas
transformaciones no surgen por decreto, por mágicas sustituciones de
nombre o por el altruismo de caudillos o líderes providenciales. Los
cambios, profundos y auténticos, surgirán por la cultura y beligerancia
generada desde las iniciativas sociales y populares autónomas, de base e
independientes. No son los votos los que acabaran con la pobreza y las
injusticias, sino nuestro hermanamiento desde los conflictos en los que
participemos y el apoyo con todos y cada uno con los sectores en lucha por
la dignidad humana. L@s anarquistas, y muchos otros y otras, sabemos que
nuestro puesto no es la Asamblea Nacional ni el Palacio de Miraflores.
Nuestro lugar se encuentra junto a los trabajadores tercerizados y
precarios del país, los indígenas que pelean por sus tierras, los
familiares de las víctimas de abuso policial, las organizaciones de
derechos humanos, los artistas que no venden su arte ni al mercado ni al
Estado, los presos y presas por protestar y las minorías sexuales.

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