lunes, 7 de marzo de 2011

El Libertario: ¡Frente al electoralismo, construyamos una alternativa !

El Libertario: ¡Frente al electoralismo, construyamos una alternativa!

   Ya está en nuestra web www.nodo50.org/ellibertario la edición Nº 62,
marzo-abril 2011, del vocero ácrata venezolano, con su habitual
contenido de ideas y acción para la lucha por la libertad e igualdad en
solidaridad. Junto a sus secciones fijas (Editorial, Cartas, La Foto,
Doble Pensar, El Discreto Encanto..., Puye y Autogestione, noticias
breves, etc.), en esta oportunidad se incluyen los siguientes
artículos:

- Contra la domesticación y la pacificación electoral. Redacción.
- Los socios del gobierno bolivariano: CITIC Group. Redacción.
- Nuevamente el gobierno golpea a los trabajadores del Metro de Caracas.
A. Guerra.
- La crisis se agudiza, la rebelión se posterga. D.A. Rangel.
- (A)portes al debate sobre la Ley de Universidades. A. Vergueiro.
- Hugo, el ora(n)te. Charlotte.
- Extrayendo petróleo, sembrando miseria. L. Vásquez.
- Ley Habilitante: dictadura para el capital energético. Redacción.
- Lara: el reino de la impunidad. COVICIL.
- Polarización: un negocio. M.Rosso.
- ¿Qué pasa con los especuladores de la guerra en Sudamérica? J. Gárate.
- Guerra al narcotráfico en México: una guerra ficticia. Matías.
- Convulsión en el Oriente Próximo. H. Decarli.
- Carta al (espíritu) libertario. Salva.
- Manual breve para huelgas de hambre. Redacción.
- Anarquismo: respondiendo a las críticas (1). B. Morris.
- Se llama poesía todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles. A.
Pellegrini.
(leer más...)
 Reiteramos la invitación a leer y difundir El Libertario, en sus
versiones impresa o digital, así como también en el blog
periodicoellibertario.blogspot.com, donde hacemos actualización
constante de los contenidos del periódico. Igualmente insistimos en
convocar a quienes deseen formar parte de la red de distribución de
nuestra versión impresa para que se comuniquen a través de
periodicoellibertario@gmail.com, para informarles cómo pueden hacerlo.

   A modo de anticipo del contenido bien cocinado y condimentado de esta
edición, aquí va el Editorial:

     Venezuela es un país particular. Y no sólo por su riqueza petrolera,
sino también por una sui generis cultura política, que ha
caracterizado el devenir contemporáneo del país caribeño. En los años
recientes, estos dos atributos han dado vuelta, por decirlo
elegantemente, a los significados de las políticas, por lo que las
cosas ya no son lo que pensábamos que eran, sino su contrario. Cuando
se habla de construir la «soberanía alimentaria», por ejemplo, se
traduce en importar más del 70% de los alimentos que se consumen en
el territorio. Es un homenaje permanente al doblepensar de George
Orwell hecho país.

Todo esto viene a cuento por la actitud de los medios autodenominados
«alternativos» y «comunitarios» locales. En cualquier parte del mundo
estas televisoras, radios y periódicos contrarrestan los vacíos
informativos de los grandes medios colocándose decididamente al lado de la
lucha y los relatos de los oprimidos y oprimidas de cualquier signo. En
Venezuela esto no es así, por lo menos, en esos medios que el gobierno
premia año tras año como «ejemplos» de comunicación «libre, alternativa y
comunitaria».

Si se revisa con atención qué tipo de noticias son las que difunden, se
podrá constatar una alta proporción de notas de prensa de ministerios y
demás dependencias oficiales. Seguidamente, una gran cantidad de reportes
de luchas populares, huelgas de hambre, denuncias y movilizaciones...
ocurridas en otras partes del planeta. Los pocos conflictos que
visibilizan son o protagonizados contra poderes locales de la llamada
«oposición» o un tipo de protestas cuyo desenlace es, o pretende ser,
canalizado por la burocracia.Si una manifestación comienza tornarse
incontrolable para el aparato bolivariano, en todos sus niveles, o se
radicaliza hasta cuestionar las contradicciones del llamado «proceso»,
simplemente es ignorada.

Este tipo de censura, que es la política informativa establecida para los
medios estatales, ocasiona que sean los medios privados los cuales, debido
a sus propios intereses, sean los que paradójicamente amplifiquen la
protesta popular. Ejemplos existen por montones. Cualquiera puede
constatar el centimetraje otorgado por estos medios al caso Rubén
González. Este sindicalista, miembro del partido oficialista PSUV hasta el
día de hoy, fue detenido en septiembre del 2009 por haber apoyado una
huelga de trabajadores en la empresa Ferrominera, ubicada en el estado
Bolívar. Por haber sido coherente con su rol de Secretario General del
sindicato, en tiempos de «revolución bolivariana» el gremialista es
premiado con la cárcel. Aporrea, en vez de ponerse de lado del luchador
social, amplificó durante la huelga y la detención la versión
criminalizadora del gobierno. Y durante los quince meses de cárcel ha
informado, oportunamente, de los sindicalistas presos en Irak, Afganistán,
Kurdistán o Nigeria, pero ninguna palabra sobre González.

Estos medios avalan el chantaje emitido desde arriba: cualquier crítica o
es obra directa del imperialismo o le da argumentos «a la derecha». La
receta venezolana ha intentado repetirse en otros países de la región. Sin
embargo la existencia de movimientos sociales curtidos en la lucha popular
ha colocado las cosas en su sitio. En Ecuador la norteamericana Eva
Golinger ­cuyas campañas de difamación son permanentemente titulares en
Aporrea- intentó repetir los adjetivos descalificativos contra las
organizaciones que cuestionan a Rafael Correa. La respuesta de la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) y otros
activistas sociales fue contundente: «Enfocados en el circo de arriba,
olvidan que la historia la hacen los pueblos y no el gobierno en turno.
Nunca existe una crítica de estos medios y «periodistas» a estos
gobiernos, y nunca la habrá. Y aunque sea obvio, no cuestionan que estos
gobiernos mantienen intacta la estructura de dominación-explotación pero
con el mote del «progresismo», escribió Erin Rosa y Fernando León.

La CONAIE calificó al reporterismo de Golinger ­y acá pudiéramos hacer una
larga lista- como «periodismo de Estado». Los sesgos e intereses de los
medios de comunicación privados y corporativos ya los conocemos. Por tanto
tenemos que hacer énfasis en calificar a los periodistas de Estado,
camuflados bajo la etiqueta de «alternativos» y «comunitarios» como
enemigos de las luchas auténticas del pueblo. La solución no es apelar a
la benevolencia de Globovisión o El Nacional, o apostar por la estrategia
del «menos malo». La alternativa que tenemos, para poder amplificar todas
nuestras demandas y anhelos, es la creación de nuestra propia red de
medios de comunicación, la cual funcione de manera autónoma,
independiente, solidaria y autogestionada. Esta tarea, debido a los
avances en las tecnologías, es posible y necesaria. La creación de esa
masa crítica es uno de los objetivos de quienes, desde el pensamiento
libertario, estamos detrás de este periódico.

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